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  • Foto del escritorSatori Marort

De indigencia, muerte y transformación.



“La indigencia es una herida

interna que lleva a la desnudez de la miseria”

—Genaro González Licea—



Una bocanada de onírica poesía susurra a mi oído..., un alarido potentemente silencioso, desquebraja mi ya de por sí desahuciado ánimo entorno a mí mismo y a mi “cultura”. Como una directa invitación a socavar mi confort, hasta alcanzar la sepultura más profunda de mi existencia, se me presentan estas estrofas de aparente pesimismo y de aparente epitafio.



Y digo “aparente”, pues de epitafio y pesimista no posee ni un gramo, es más bien un leer entre líneas desde la intimidad de nuestro silencio y existencia finita y siempre “por-venir”—como diría Derrida—; lo que nos develará uno de los posibles horizontes que nos brinda: El silencio indigente asoma su dolor en la miseria, poema de mi buen amigo Genaro González Licea.


Y es desde mi horizonte develado, desde donde puedo hablar, pues me siento obligado a hacerlo, (pero no esa obligación normativa, sino más bien a manera de confesión). Pues me atrevería a afirmar que toda persona instruida o no, en el arte de la poesía, irremediablemente se verá arrastrado violentamente hasta la caverna más oscura de su existencia, de su ánimo y conciencia. Pero sin duda muy pocos lo confesarán.


Un poema introspectivo por parte del autor que, en mi entender, revela una honda reflexión por su condición humana y la de los demás, un “juzgar sin juzgar” como el zen lo señala en muchos de su relatos. Si bien, no se trata de definir la indigencia en esta líneas poéticas, más bien, de ir al fondo ontológico de la palabra, abrir una incisión en nuestra conciencia, para acceder a la parte más oculta de nuestra vida cotidiana y desde allí comenzar a gestar una transformación profunda de nuestro hacer y hablar, a partir de la contemplación de nuestra miseria.


Arrojarnos al vacío ontológico y una vez allí, retornar trasformados, como lo propone Hajime Tanabe en su “Metanoética”. Pues la miseria que se oculta tras la indigencia esparcida en todo el mundo, mana de ese lugar tan atesorado en el mejor de los casos y oculto en la mayoría de cada uno de nosotros: nuestra conciencia.


<He dejado de ser yo de la punta de la lengua al sueño de mis pies dormidos. / Descanso a cielo abierto en un rostro que no es mío [...]>. Nos confiesa Licea, como una pérdida aparente de sentido, sin embargo es allí donde surge esa gran desnudez cultural, conceptual y ontológica, ese vaciamiento del ego, esa “humildad humana”; yendo todavía más allá: <Estoy más allá del vacío, más allá del fondo de la nada. / [...] donde uno come brasas y masca su desdicha en el musgo del cascajo.> Más allá de la nada, es el sitio donde nace la libertad y se posibilita toda transformación, donde la subjetividad y la objetividad se diluyen para transformar nuestra conciencia y retornar al mundo vacío y me atrevería a decir, libre de miseria. Ciudad de México a 28 de Junio de 2018

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