Era la mañana semilluviosa y allà entre muros escarlata, él, mirándola, le preguntó:
-¿Puede mi corazón, besar tu corazón?
Ella, con la mirada juguetona y con una voz ligeramente desconcertada le cuestionó:
-¿Y cómo..., cómo es que dos corazones pueden besarse?
El silencio los devoró de inmediato, mientras el ascensor siguió bajando.
Cuando dos corazones se besan -susurró él- todo se detiene, todo cesa, el instante presente de condición efÃmera, se eterniza.
Y de pronto, hundió sus dedos entre el suave cabello de ella, besándola hasta diluir sus labios, hasta evaporar su aliento, hasta ser dos corazones que se besan, hasta ser vacÃo..., eternidad.